LA FOTOGRAFÌA

 

LA FOTOGRAFÌA QUE PUSO A GIRAR De NUEVO LA VIDA

 

Una balsa, una pistola, una pastilla, un amor. Es mucho lo que puede salvar la vida, la casi existencia en riesgo, la media vida de cualquier ser humano común. A mi  me la salvó una fotografía  de periódico; le contó Manuel a Matilde y luego hicieron por tercera vez el amor luego de toda una noche de abrazos y besos.

¿Te has sentido alguna vez perseguida y completamente sola? Le dijo después ya fumándose un cigarrillo. Totalmente sin apoyo de nadie; le aclaró. Sin la ayuda siquiera de los propios hermanos a los que por ayudar pusiste tu vida en peligro; le especificó aun más. Y así de ese modo hubiera quizás interminablemente continuado; pero se sintió perturbado por su silencio. Ella parecía no comprender nada. En realidad ni siquiera lo había vuelto a ver. ¿Con quién he hecho el amor? Se preguntó él entonces. Ella estaba allí acurrucada y en silencio mientras él hablaba como loco.

Luego de hacer el amor Matilde se había colocado en aquella posición exactamente en la esquina del cuarto; mientras él hablaba sólo y echaba bocanadas de humo. ¿Quién era aquella mujer?

Manuel era en realidad Manuel, aunque ella no lo supiera todavía porque aun no había visto su fotografía de periódico; en la que se revelaba su identidad verdadera. Gracias a esa fotografía de periódico de su patria logró Manuel recibir asilo en Alemania. Otra prueba de las razones políticas que motivaron la persecución que la tiranía somocista ejerció sobre él no existieron. “Terrorista”, decía el titular de la noticia en donde apareció su fotografía; pero eso los alemanes jamás lo creyeron porque Manuel, ese chico en la foto que ella había conocido hasta entonces como Mariano, era un reconocido defensor de los derechos humanos. 

Aclarado el misterio de Manuel, luego que ella viera su fotografía y leyera el artículo de periódico a ella adjunto; aclarado esto y el por qué del Mariano inexistente que había hecho el amor con Matilde ese otro ser inexistente en realidad llamado María; una ex prisionera política salvadoreña refugiada también en Alemania; aclarado esto se quitó ella por primera vez la blusa con que siempre dormía y rompió el silencio. Pienso quitarme la vida, le dijo. No creo que haya pastilla, ni pistola, ni fotografía de periódico que pueda salvármela. No creo que haya realmente nadie que en verdad pueda quererme, le dijo mostrándole, por primera vez, los pechos que la dictadura militar salvadoreña le amputara en la cárcel.

Yo también soy un amputado, le dijo él entonces serenamente sacando de una mochila una pequeña cámara fotográfica y mostrándole a ella una fotografía allí archivada. La fotografía mostraba a un hombre tiernamente besando los pechos de una mujer dormida o más exactamente el lugar donde antes descansaron los hermosos pechos de esa mujer dormida que durante un tiempo – antes de entrar a la guerrilla salvadoreña – fuera reina de belleza en su patria. El hombre en la fotografía era Manuel y la mujer era Maria. Otra explicación salía sobrando. Yo también soy un amputado agregó sin embargo él. A veces hago cosas indebidas, le aclaro; pero no tuvo tiempo de agachar apenado la mirada porque la sonrisa feliz de ella lo contuvo. Dos amputados se completan mutuamente pensaron quizás; aunque lo más seguro es que solamente se hayan acercado a la ventana para ver mejor, desde entonces, los rayos de sol esplendorosos de aquella mañana feliz.

 

Guillermo Aguilar

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